jueves, 9 de agosto de 2012


Sentir que es un beso la vida…







Cuando un vino y su nombre son precisamente lo que ese nombre dice ser





Me acerco al agua bebiendo tu beso…
Lhasa De Sela, “Con toda palabra”




Agosto, 3

Mi cumpleaños, uno más otra vez más, ya en periodo de descarte de memoria y suma y sigue de gloriosa vida por vivir. Y otra vez más como a veces pasa, buscando el cuento para contar a la luz pequeña de la llama de la novena vela pueril, me encuentro el cuento escrito solo, como deben ser los mejores cuentos, los que usan al contador para contarse a sí mismos, sin pensarlos, sin buscarlos, sin pretenderlos pero queriéndolos sin querer, como cuando explota de improviso, sin esperarlo, en la cara, en los ojos y en la boca, un nombre, un beso.



El nombre de un presentimiento

En ocasiones pienso en los esfuerzos de los que hacen vino para hallar un nombre para el suyo. Se devanan los sesos buscando algo representativo, de su pueblo, de su tierra, de su suelo, de su casa, de su familia o de su sueño, o simplemente piensan en un sonido que lo haga llamativo al verlo o escucharlo, como un canto de sirena irresistible que ningún hombre pueda no escuchar. Algunos, a veces, encuentran un nombre que intenta definir, en una sola palabra a ser posible, lo que la botella guarda dentro, aunque eso es muy difícil y no lo he visto casi nunca. Sin embargo, a veces, muy pocas veces, hay nombres de vinos que, en un acto de inspiración, clarividencia o la más pura brujería (negra, blanca o rosada) te dicen, con atinada precisión, lo que va a pasar cuando lo bebes.


Celler Clos Dominic

Hace muchos años que conozco a Dominic, el alma y la intuición de una bodega y unos vinos que son mucho más que cosas. Fue paseando por las tierras virtuales de un grupo de amigos apasionados por el vino. Nunca nos hemos visto, y apenas nos hemos escrito, pero esos cruces de palabras, fogosos y encendidos las más de las veces, siempre han versado sobre algo que a ambos nos inquieta y nos atrapa: el amor, el vino, el amor al vino, la emoción, la emoción del vino, por el vino, por su causa, por su culpa. Sé que ahora está buscando un vino que emocione, como una fórmula mágica que a cualquiera que la beba le dé escalofríos y le ponga todos los pelos de punta, pero eso, que lo hará y encontrará, me parece que sólo funcionará con quien tenga esa emoción ya dentro, escondida o agazapada, dormida, despierta, sometida o lista para saltar, esperando. Quien no sienta será inmune a la poción mágica, y por lo tanto también a la vida.

Dominic hace con el vino lo que quiere, creo que lo mismo hace con su vida entera, y entre ese hacer en libertad se incluye, en mi humilde opinión, dotar del mayor carisma a su vino más pequeño, como ese niño inquieto y juguetón, un diablillo simpaticote y alegre, que se camela a grandes y pequeños con su risa y con su gracia, carisma que, con los años, evoluciona para transformarlo en un encantador adulto, atractivo y seductor, aunque ya carente de esa frescura, inocencia y candidez que adornaba sus actos de infancia. Una cosa por otra. A mí me sugieren esa imagen los vinos de Dominic, Clos Petó, Vinyes Baixes, Vinyes Altes y las Selecciones familiares con los nombres de sus hijos en las que cada año vuelca lo mejor de lo mejor (y a las que aún no he tenido el gusto de ser presentado) a los que recientemente ha sumado, para completar la familia, unos novedosos blanco y rosado que aún se debaten en la cuba embrionaria que dará a luz un día a un ser completo y definitivo.

Dominic también ofrece su hospitalidad en el Priorat, su vino y su alimento para quien desee franquear sus puertas. Yo no he visto sus parcelas, ni he pisado sus pizarras, ni he respirado su aire, ni me ha quemado la piel su sol. Yo nunca he estado en sus viñas ni en su casa, pero a menudo, cuando oigo hablar a alguien de su viaje, me dejo llevar hasta los sueños que provocan los besos de su vino beso, y sueño que un día me aventuro a hollar sus tierras en silencio necesario, sólo distraído por el crujir de los pasos ligeros en el límite de lo audible, y que al fin, en la tenue oscuridad del frescor de su bodega, me encuentro en disposición de saciar mi propia sed de besos, bebiendo con los ojos cerrados el vino salivado por sus cepas.

 
Clos Petó

Beso de llegada, cortesía que siempre son dos, en las mejillas; beso de arrimo, que es tanteo y no más que un roce leve en unos labios que han secado la ansiedad y la esperanza; beso de ganas, que es un sorbo que saborea los labios ya húmedos y entornados; beso de placer con las bocas abiertas, estrechado en un abrazo que no se puede romper y que ya no puede ser palabras sino dos voces que hablan en silencio al mismo tiempo, diciéndoselo todo; beso de hambre que muerde fruta madura, labios y el cuerpo entero; beso de sed que son un trago largo de vino tinto, sabroso y especiado, frescor de menta que se bebe durante el movimiento último de entrega en una partida de amor, sin parar ni soltar la copa, suspirando y regalando al mismo tiempo los inflamados gemidos que marcan el camino del placer. Beso que es gritos y arañazos empapados en vino cuando rebosa de la boca y moja la piel ardiendo, aroma profundo que se instala en la nariz, muy dentro al respirar, deleite prolongado hasta ya no poder más, punta de sensaciones que recorren cuerpo y alma, hasta que al fin llega el sosiego del beso extenuado que se da al final, cuando en la lengua queda un sabor de fondo que se agarra a ella para no marchar y que ya no es dulce, pues guarda la amargura clara de esa despedida que es el último trago que se ha dado, los últimos aromas en la copa de vino ya bebido, el último suspiro resignado al reposarla en la mesa, el último beso, que vuelve a ser un roce de labios secos, antes de tener que decir adiós.



Agosto, 3

Se acaba el cuento de este año, y con el cuerpo y la mente tranquilos, satisfecho y relajado me dejo dar ese último beso, el más pequeño y sutil de los muchos que esta botella ha vertido dentro de mi copa, ahora tintada de pintalabios color granate, triste de lágrimas por el final. Me sabe rico, el postrer beso, y sonrío al apurarlo ante la sobrada certeza de que no será el último que me deje dar por esta boca.


Clos Petó 2011
Celler Clos Dominic
D.O.Q. Priorat
Cabernet Sauvignon, Cariñena y Garnacha



Petó, en catalán, significa Beso en castellano.
Fotografía Celler Clos Dominc cortesía de http://www.debrujasyvino.blogspot.com.es/